1 de marzo de 2010

¿Nos conocemos?

Muchas personas, mucha gente...
Todos ellos vienen y van... muchos se marchan para jamás volver.
Pero ante todo esto, siempre nos planteamos la misma pregunta ¿Conocemos realmente a las personas?
Muchas veces estamos tan acostumbrados a la presencia de alguien, a sus palabras, sus gestos, sus reacciones... Que creemos que realmente ya lo hemos visto todo de esa persona y muchas veces podemos, incluso, hasta prever sus actos. Luego, muchas de las veces, nos llevamos sorpresas y decepciones sin parar y entonces es el momento en que nos preguntamos: ¿Realmente nos conocíamos?
Si fuéramos a tientas por la vida, tal vez nos pegaríamos menos traspiés que de los que nos damos cuando somos (o creemos ser) medianamente conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor. Muchas veces nos empeñamos en buscar verdades en lugares donde no las hay, cuando realmente las tenemos mirándonos frente a frente. Las personas somos muy inquisitivas en nuestros actos, y nos empeñamos en creer que la verdad la tenemos oculta, y muchas veces llegamos a dudar de la persona a la que tenemos delante, hasta que nos topamos con la verdad de bruces al tropezarnos en el escalón del desengaño.
A veces, creemos que conocemos muy bien a una persona por el simple hecho de que lleva a nuestro lado un tiempo casi incalculable... y otras, podemos pensar que a una persona la conocemos perfectamente en el transcurso de pocos meses, e incluso semanas. Pero lleve lo que lleve ese individuo en nuestra vida, importa poco a la hora de creer o dejar de creer. En ese momento somos totalmente escépticos muchas veces. Pero, ¿porqué desconfiamos?
Tal vez el motivo de nuestra desconfianza provenga del pasado, de otra circunstancia, o, algunas veces, sea esta cautela esté ostigada por algún engaño que nos ha tendido la propia persona ante la cual nos mostramos cautelosos y precavidos. Si se da el último caso, deberíamos pensar que, si las relaciones están basadas en la confianza mutua, ¿porqué tenemos una relación de cualquier tipo con un sujeto del cual sospechamos incesantemente? La respuesta obviamente está en que las personas mentimos constantemente, por miedos, inseguridades, apariencias... cientos de motivos que tienen que ver con nuestros actos. La mentira puede ser el arma utilizada por miedo a que se descubra un acto que se ha hecho indebidamente, pero, si por decir la verdad se recibe un "castigo" de acuerdo con la magnitud del acto que se ha realizado (muchas veces a sabiendas de las posibles consecuencias) ¿porqué se hacen este tipo de actos? Podría ser por instinto; muchas veces las personas nos vemos tentadas por múltiples placeres que aceptamos guiados por nuestro subconsciente y nuestra idea de las felicidades momentáneas, y nos ponemos una venda durante el tiempo que dura este capricho para omitirnos a nosotros mismos la propia realidad y las consecuencias plausibles de los actos que realizamos. Simplemente, la sinceridad debería de ser el mejor arma a tomar para conseguir acercarnos un poco más a una posible felicidad. A veces las verdades duelen.. pero también se ve motivado por nuestras esperanzas, por ese "esperar demasiado de" que al fin y al cabo, son ilusiones que nos creamos creyendo que si se cumplen vamos a experimentar un beneficio, o vamos a obtener un ápice de felicidad. Pero de ilusiones no se vive, y de engaños tampoco. La mentira, como un castillo de naipes, es frágil, y la gran mayoría suelen tener unos cimientos tan poco firmes como dicho juego.
Si nos pusiéramos una venda en la cabeza que nos quitara la visión, probablemente viviríamos la vida de otra forma, fijándonos menos en dichas apariencias que muchas veces son motivo de engaños; y dándonos cuenta de cosas que importan mucho más. Reconoceríamos olores, tactos, detalles que muchas veces pueden escapársenos aunque los tengamos delante. Si fuéramos a tientas por la vida, nuestros pasos serían más costosos y tendríamos en cuenta realmente la dificultad de nuestro camino.

Muchas veces, aunque tengamos dos ojos en perfecto funcionamiento, podemos ser igualmente invidentes por la vida, despreciando actos, y estando, igualmente, sumidos en la más profunda de las tinieblas.

2 comentarios:

  1. Cosa! Te agrego y le iré echando un vistazo a esto de vez en cuando :).
    Tengo ganas de verte!

    ResponderEliminar
  2. Inquietante pensamiento: vamos por la vida con los ojos abiertos, y sin embargo ciegos para tantas cosas, como si fueramos durmientes. ¿En qué consistirá el verdadero despertar?

    ResponderEliminar